No cabe duda de que abarcar un tema tan delicado como la evaluación es algo al que se tiene que darle especial atención, puesto que juega un papel importante no sólo en las escuelas, sino también en el área nacional e internacional hasta repercutir la sociedad.
Cada vez que escucho hablar o leo sobre la evaluación empiezo a mirar hacia atrás recordando todas las experiencias significativas que han incidido a lo largo de mi formación, tanto a nivel negativo como a nivel positivo. En general, cualquier persona que haya cursado la escuela obligatoria, la universidad u otros cursos lleva consigo algunas anécdotas sobre pruebas, exámenes e interrogaciones que han marcado su futuro, tal vez, por haberse sentido humillado o por haber sido realmente gratificado por los resultados obtenidos. Por lo tanto, sin duda alguna se diferencian, por un lado, las personas que guardan un recuerdo especial de aquel profesor/a que quiso sacar lo mejor de él y, por otro, las personas que todavía guardan rabia por haber tenido experiencias negativas con aquel profesor/a que no supo reconocer su verdadero valor o que no les dio aquel refuerzo positivo que necesitaban.
Como profesor de español para extranjeros soy consciente de que evaluar es tarea común y rutinaria, ya que tanto durante el curso como al final tengo que evaluar continuamente los alumnos, teniendo en consideración el proceso de su aprendizaje y el producto del mismo. En términos de porcentaje, la evaluación ocupa el 70% del trabajo de cualquier profesor. A partir de ahí, puedo comparar los progresos y fomentar la autoreflexión por parte de los aprendientes para responsabilizarles de su aprendizaje. Gracias a la asignatura de Evaluación en el aprendizaje de ELE, impartida por Neus Figueras y Rocío Cuberos, he explorado este mundo desde diferentes perspectivas para entender cómo se debe evaluar, cuándo se debe evaluar y cuáles son los críterios para llevar a cabo una evaluación auténtica que hacen de esta tarea justa y objetiva.
A continuación, voy a presentar una clasificación de la evaluación auténtica, concebida como una nueva perspectiva de evaluar, y de la evaluación normalizada, es decir, la tradicional y conformista. Esta comparación fue realizada por Kohonen (1992) en La evaluación auténtica en la educación afectiva de las lenguas extranjeras.
Desde la carrera de Ciencias de la educación he podido abarcar esta cuestión, dirigiendo el foco hacia los valores pedagógico intrínsecos en la evaluación auténtica e individualizada. Por lo tanto, la inmensa experiencia de la profesora Neus Figueras y la amenidad de Rocío Cuberos han favorecido la toma de consciencia de lo que gira entorno a la evaluación, consolidando los principios auténticos de la evaluación en el mundo ELE mediante un provechoso trabajo introspectivo.
En relación con esto, el punto 2 de la Figura 2 es el que más me llama la atención simplemente por el foco que se da a la evaluación, única y personalizada. Como profesor de ELE lo considero uno de los pilares sobre el cual poder fundar mi estilo de evaluación por el mero hecho de que pretendo tratar a mis alumnas y alumnos como personas similares y diferentes a la vez, sabiendo que en cada uno de ell@s subyace un background, una serie de necesidades y dificultades a las que tiene que enfrentarse a la hora de aprender español como segunda lengua.
Maurizio (ProfMaury2.0ELE)
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